En Santiago de Chile
Los
días
son
interminablemente
largos:
Varias eternidades en un día.
Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.
Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.
Los
días
son
interminablemente
largos:
Varias eternidades en un día.
Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.
Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.
Nicanor Parra, o la creatividad del lenguaje chileno
Pilar Gladys Ahumada
Université de Montréal
1. Introducción
Se ha dicho de Nicanor Parra que es un poeta con un profundo carácter
chileno, y así fue tempranamente asumido por la crítica literaria, al punto de
considerarlo como un icono de la identidad nacional. Una breve mirada a su
producción literaria parece avalar dicha apreciación, sobre todo si consideramos los elementos explícitos e implícitos que en ella se encuentran, y que seconsideran especialmente ‘chilenos’.
Este trabajo pretende, justamente, indicar cómo el lenguaje coloquial chileno y su creatividad son una fuente primaria de identidad en la poesía de Nicanor Parra y fundamento de la elaboración de sus textos. La idea es comprobar cómo la plenitud poética logra tener efecto en la integración del coloquio, como lenguaje poético, para después tomar algunos de sus poemas y destacar lo que aparece en ellos: modismos, expresiones y chilenismos.
2. Parra define su antipoesía
El propio Nicanor Parra se ha encargado de explicar en qué consiste su nueva manera poética. En mayo de 1962, en su discurso de recepción a Pablo
Neruda como miembro de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile,
aclaraba: La antipoesía es una lucha libre con los elementos; el antipoeta se concede a sí mismo el derecho a decirlo todo, sin cuidarse para nada de las posibles consecuencias prácticas que puedan acarrearle sus formulaciones teóricas.
Resultado: el antipoeta es declarado persona no grata. Hablando de peras, el antipoeta puede salir perfectamente con manzanas, sin que por eso el mundo se vaya a venir abajo. Y si se viene abajo, tanto mejor, ésa es precisamente la finalidad última del antipoeta.
Años más tarde, en una entrevista a Página 12 revela:
Me gustaría decirle que la antipoesía en último término es no a algo: primero es no al establecimiento mapuche, y después es no al establecimiento total,
porque en ese establecimiento se reproducen las mismas situaciones que en
Villa Alegre, en otros planos. Siempre se está decidiendo quién es quién (aparece esa puja de Caín y Abel), de una manera más disimulada o más elegante, pero de eso se trata... En cuanto a lo que me dice usted de que era versos para oponerse a la poesía de Neruda, le contesto que eso es lo que hablan los críticos. Yo fui un gran admirador de Neruda. Me gustaba su poesía.
A este respecto, Rodríguez (1991: 30) hace un alcance global y resalta el carácter profundamente saludable de la antipoesía parriana, pues procede de un uso intelectualizado, pero internalizado, del libre juego de las posibilidades expresivas de la lengua nacional: La antipoesía, con la excepción de algunos textos de Poemas y antipoemas, es una empresa de gran salud que libera a la poesía de ese campo de concentración
enfermizo (donde no hay risa, humor, parodia, ironía) edificado por la
“trascendencia vacua”, la “metafísica cubierta de amapolas”, propia de una parte de la poesía moderna o el construido por el compromiso político de la parte restante, que reviste de una idéntica gravedad y una moral, también, enferma.
2.1 Chilenidad o ‘chillanejidad’
La afirmación de la chilenidad o “chillanejidad” de Nicanor Parra va más
allá de lo meramente anecdótico. Este rasgo, que podría suponerse común a otros escritores chilenos, en el caso de Parra es el componente vertebral de su identidad, como persona y como poeta: “Parra explicita marcas identitarias, entre ellas las de procedencia local y nacional, en distintos discursos y códigos de su poesía” (Araya 2000: 69). Pero Parra no es un nacionalista, él no habla de Chile, o de Chillan* (Relativo a Chillán, ciudad natal de Parra), habla desde Chile o desde Chillan, como chileno y como chillanejo, usando la creatividad del coloquio chileno. Por tanto, Parra habla de sí mismo, habla con su propia voz acerca de la aldea o acerca del ancho mundo, tal y como lo hiciera Don Quijote: “yo sé quien soy […] y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino los doce pares de Francia y aun todos los nueve de la fama” (Quijote: I, 5). El propio Parra así lo afirma: Yo soy así, soy chileno, me gusta pelar el ajo** (Pelar el ajo: hacer el amor; barretero: operario de las minas de carbón; huaso: campesino), soy barretero en el norte, en el sur me llaman huaso…
Puede, entonces, como chileno y chillanejo, hablar de lo que quiera o desde quién quiera, ya que como dice Yamal (1985) no hay peligro de desdibujarse,
identitariamente hablando. Sin embargo, dentro de esta aparente disparidad que encontramos en la poesía de Parra, se advierte un aspecto, el más importante, que asegura su unidad y su funcionamiento como sistema cultural, nos referimos al lenguaje. En efecto, a través de la lengua castellana, tal como se ha desarrollado en Chile, Parra es Parra, y en ella encuentra su centro cultural y su individualidad.
Malverde (1985-1986) ha profundizado al respecto, señalando que los textos
parrianos, coloquiales y aparentemente orales, de hecho son textos de un poeta culto que es consciente de lo que hace, consciente de que sus verdaderos destinatarios son lectores, es decir, personas cultas que entienden que se trata de una especie de juego oralidad/ escritura. La autora lo resume del siguiente modo: La polaridad se resuelve en el texto, cuyo discurso evoca la palabra hablada, en el que la cultura popular se introduce en el espacio de la cultura oficial por vía de la escritura que, por así decirlo, la formaliza (Malverde 1985-1986: 88).
Por lo tanto, como se ha dicho ya, Nicanor Parra culto y refinado, enraíza de
manera voluntaria su conocimiento lingüístico en la tradición viva, es decir, con la lengua oral, con lo coloquial. La oralidad se transforma así, en un componente esencial pero consciente. Una vez más, Morales (1973: 40) lo explica así: Junto con tomar conciencia del oficio de poeta y darse cuenta de su ubicación en el mundo como sujeto histórico, el modelo de su lenguaje histórico: el lenguaje hablado, se eleva a la categoría de un principio estético.
De aquí podemos deducir que el elemento clave de su poesía, se da en la lengua castellana, es decir, en la tradición viva. Además tiene nombre y apellido: Chillan. Este espacio expresado en castellano, es el núcleo vital de la identidad del poeta. Sólo usando la creatividad del lenguaje chileno, del castellano chilensis*** (Chilensis es una expresión popular que significa ‘chileno/a´) y desde Chillan, Nicanor Parra puede ser Nicanor Parra, esté donde esté. Con esto podemos plantear que la identidad del autor va estrechamente unida a sus orígenes y la vive y la expresa en el lenguaje, en su coedición de hablante de la lengua chilensis. En ese momento, en el despertar de la “antipoesía”, Nicanor Parra pudo decir para siempre “yo sé quien soy”. Por tanto, la noción de “antipoesía” es clave para entender el proceso de elevación que vive la identidad vía lenguaje en Parra.
El antipoema, según ha establecido Carrasco (1990), resulta ser, por sobre todas las cosas, una construcción de lenguaje, donde la incorporación internalizada de la lengua coloquial, como contraparte de la retórica culta tradicional, es componente de la fibra íntima del texto: El antipoema es… una imagen inversa del poema, pero no regida por una ley total de simetría, sino, al parecer, por una fuerza asimétrica (transformadora, desintegradota, deformante) de particular intensidad.
Resulta relevante considerar que Parra no llegó a tal concepción poética de un día para otro. La antipoesía fue el resultado de un proceso de maduración, en la cual sus raíces natales y su condición de hablante arraigado de la lengua castellana chilena fueron fundamentales. El mismo poeta explica este proceso en una entrevista dada a la revista Babad, el 2 mayo de 2000:
-Entrevistador: ¿En qué sentido relaciona la esquizofrenia con la poesía?
-Nicanor Parra: Qué bueno que me preguntes esto, porque yo estuve cuatro años afónico. ¡Fueron cuatro años de esquizofrenia! Fue antes de publicar Poemas y Antipoemas. Y ahora sé que era porque no podía acceder al reino del lenguaje, ¿te fijas? Naturalmente ahora puedo ver que no había un lenguaje que valiera la pena abordar, ni el de Huidobro, ni el de Neruda, ni García Lorca me parecían plausibles. Ahí me dí cuenta que el único lenguaje que a mí me parecía digno de consideración era el habla de la comunidad... por eso estaba afónico. Al no poderme desarrollar poéticamente me quedé sin voz.
-E: ¿Cuál fue la salida del atolladero?
-NP: Tuve que hacerme un psicoanálisis. Y te puedo decir que fue gracias a él
que fueron posibles los Poemas y Antipoemas. Fue en ese momento cuando
la crítica empezó a decir que había nacido un “nuevo lenguaje poético”.
Con estas palabras, Nicanor Parra evidencia sin duda alguna la relevancia que
tuvo abordar un lenguaje único que identificara a ‘toda la comunidad’. Y en esa comunidad esta incluido el poeta, desde Chillan-Chile y desde su propio lenguaje, que también es chileno. Con esto podemos concluir que el lenguaje es el poeta mismo, su mismo mundo, que se reconoce, se delimita y se expresa. En ese momento sale de la esquizofrenia, recupera la voz y viene el despertar de la “antipoesía”, transformándose en la voz de todos los chilenos. En las composiciones de su libro el antipoeta, según la visión de Rein (1991), es todo menos un visionario, es, por fin, “el hombre de la calle” a quien le pasan cosas, es el hombre de hoy y de ayer, el hombre de medio siglo que ve lo ‘absurdo’, lo ‘feo’ y lo ‘brutal’ de todo lo que le rodea y que es existencialmente incapaz de darle sentido al caos. Su poesía fluye, más que otra, de la audición de lo que todos dicen. No tiene el poeta oído para el discurso académico ni ojos para la lectura del clásico; poesía, al parecer, de la vida diaria y trivial, de lo cotidiano. Parra se abstiene del arrullo de la rima neurótica y perfecta, él busca la simplicidad, llegar al lector y estremecerlo, proyectar su propia verdad, para que se reconozca y a su vez reconozca el mundo en que vive. Pero esto lo lleva a cabo de manera irónica, usando el humor popular. Como él mismo dijera: “yo no permito que nadie me diga que no comprende los antipoemas. Todos deben reír a carcajadas. Para eso
me rompo la cabeza, para llegar al alma del lector”. En definitiva, su antipoesía surge como intento de acercar de modo radical vida y poesía, nuestra vida, la de nuestro país, la de nuestro continente. El mismo Parra lo explica cuando dice que los antipoemas salen de mi aburrimiento frente a la poesía de ese momento. Era un momento en que no me convencía ningún poema que leía. Parecía que había una gran distancia entre la vida y la poesía, entre lo que corría por el mundo y lo que decían los poetas. Yo sospechaba que se hacia indispensable acercar los dos planos, hacerlos coincidir en lo posible.
2.2 Poemas y Antipoemas
En 1954 irrumpe en las letras chilenas con fuerza inusitada un libro distinto: Poemas y Antipoemas. Fue todo un éxito. Aplausos, discusiones, negaciones. En este libro, la temática de muchos poemas es voluntariamente nacional y aun local. La presencia de la picardía y la creatividad del coloquio chileno no es ya un tema tangencial, sino un elemento primordial. Nadie dejó de
hablar de él, a pesar de que su autor, en el poema “Advertencia al lector”, aclaraba lo contrario:
ADVERTENCIA AL LECTOR
El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos:
Aunque le pese
El lector tendrá que darse siempre por satisfecho.
Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,
Menos aún la palabra dolor.
La palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel.
¡Ataúdes! ¡Útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
Porque a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.
Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:
"¡Las risas de este libro son falsas!", argumentarán mis detractores.
"Sus lágrimas, ¡artificiales!"
"En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza"
"Se patalea como un niño de pecho"
"El autor se da a entender a estornudos"[ A duras penas]
El cambio de lenguaje es imprescindible en esta nueva cruzada popular. Contra la poética visionaria, oscura lengua de Neruda, aparece el lenguaje de todos los días, y se incluyen en él términos que hasta ese instante habían sido excluidos del lenguaje poético. Evidentemente, en la poesía de Parra las cosas ‘reales’ van desplazando a las idealizaciones de la poesía solemne; visión mordaz del mundo frente a la visión consagrada por “los doctores de la ley”. Como explica Rodríguez (1991), todo queda justificado con un cliché apropiado “porque a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos”. De este modo, se pone de manifiesto que el lenguaje elevado no tiene razón de ser en medio del derrumbamiento del mundo y de los valores supremos. Hay que buscar una lengua poética que traduzca, de manera mas auténtica, el habla de todos los días, hay que desacralizar la lengua de la poesía solemne. No en vano, Pablo Neruda comentó: Entre todos los poetas del sur de América, poetas extremadamente terrestres, la poesía versátil de Nicanor Parra se destaca por su follaje singular y sus fuertes raíces. Este gran trovador puede de un solo vuelo cruzar los más sombríos misterios o redondear como una vasija el canto con las sutiles líneas de la gracia.
Un ejemplo de ello es La cueca larga (1958), obra distinta que consta de cuatro poemas chilenísimos en los que “se aprecia la gracia improvisadora de los viejos payadores y la tosca sensualidad de las cantoras pueblerinas” (Carrasco 1999). En ellos, especialmente en el que da nombre al libro, el poeta “zapatea con punta y taco” [Es el mejor estilo de zapateo que un bailarín de cueca (baile nacional) puede ejecutar], enreda sus palabras en las cuerdas del arpa, transforma en verso y canto su honda raigambre popular y maneja con soltura “la burla socarrona del campo y el genio equívoco de la ciudad”. En este poema, que conoceremos a continuación, el alma ancestral de Chile aflora entera desde el inicio, y allí es donde el poeta trata de asir las costumbres de su país y para lograrlo no encuentra nada mejor que condicionar el sesgo de la suya a la poesía popular. Quien ha podido realizar esta acción de manera tan noble parece estar animado por el sabor nacionalista de su país, aquel que viene desde los tiempos más antiguos (Carrasco 1999).
La cueca larga es un libro que se enmarca en el contexto popular y que incorpora el habla del pueblo, de la tribu, como el mismo poeta dijo.
LA CUECA LARGA
Voy a cantarme una cueca
Más larga que sentimiento
Para que mi negra [Su amada] vea
Que a mí no me cuentan cuentos
Los bailarines dicen
Por armar boche [Armas líos, provocar pelea]
Que si les cantan, bailan
Toda la noche
Toda la noche, sí
Flor de zapallo
En la cancha [pista] es adonde
Se ven los gallos[…]
Esta es la cueca larga
De los Meneses
De los Meneses, sí
Catorce, quince
Esos ñatos [bravos, buenos bailarines] que bailan
Son unos linces
Son unos linces, mi alma
Mueven los brazos
Y a la mejor potranca [la joven más linda]
L'echan el lazo [la cazan, la conquistan]
En los tres poemas que la conforman, el poeta-payador da cuenta de la gracia
criolla, mezclando aires populares y cultos para mostrar al hombre de la tierra su saber popular, su ingenio y sus preocupaciones sociales. La cueca larga, nuestro baile nacional, es un elogio al campesino y a sus costumbres, y en ella se homenajea al vino, portador de fraternidad viril y también de la melancolía que entraña la conciencia del devenir, de la visión de la muerte y la trascendencia. Estas coplas, finalmente, remueven la tradición folclórica y la estructura de la poesía popular. Lo popular está siempre presente en la poesía parriana, es el pilar de su poesía, mezclado a menudo con lo culto. El propio poeta así lo declaró, respondiendo sobre posibles influencias en su obra: “Alguna vez declaré que mis estrellas fijas son los humoristas trascendentales: Aristófanes, Chaucer, Rabelais, Cervantes, Kafka, Chaplin. Otros me ven próximo a Prévert, a Apollinaire, a Maiakovski. Una gran ensalada rusa [como expresión chilena, quiere señalar una “mezcla de todo un poco”], como usted ve”.
2.3 Otras obras
Un libro bastante posterior como los Sermones y predicas del Cristo del
Elqui (desde 1977), ahonda en la cultura tradicional desde una voz netamente
popular. Ya en plena vertiente antipoética, aparece de modo muy explícito el tema urbano, conteniendo un lenguaje culto-e inculto-informal chileno, aspecto que se agudizaba en Artefactos (1972).
ARTEFACTOS
Primer cometido
del energúmeno
revolucionar
a los revolucionarios
obligarlos a que
se suelten las trenzas [se saquen la máscara]
Hombre Nuevo
HAMBRE NUEVA
REVOLUCIÓN
REVOLUCIÓN
cuántas contrarrevoluciones
se cometen en tu nombre
Que quede bien en claro
que ni la propia
unidad popular [Movimiento que apoyó al Presidente Salvador Allende, derrocado por la dictadura en 1973]
me hará arrear la bandera
de la unidad popular
HASTA CUANDO
SIGUEN FREGANDO LA CACHIMBA [molestando, insistiendo]
Yo no soy derechista ni izquierdista
yo simplemente rompo con todo
PERDONA LA FRANQUEZA
Hasta la estrella de tu boina
"Comandante" me parece dudosa
y sin embargo se me caen las lágrimas
BIEN
y ahora ¿quién
nos liberará
de nuestros liberadores?
USA
Donde la libertad
es una estatua
Y no podemos obviar el “discurso de sobremesa”, que en los últimos años, el
poeta ha convertido en verdadero género literario (pasando por lo poético, satírico y didáctico). Los dos casos más notables son el Discurso de Guadalajara (1990) y el Discurso del Bio-bio [Bío-Bío es la VIII región de Chile] (1996), manifestación de la cultura tradicional semiurbana y semi-pueblerina, y de una retórica plenamente chilena y que de paso sitúa al poeta como uno de los grandes escritores nacionales.
Discurso de Guadalajara (Al recibir el premio Juan Rulfo)
¿ESPERABA ESTE PREMIO?
No
Los premios son
Como las Dulcineas del Toboso
Mientras + pensamos en ellas
+ lejanas
+ sordas
+ enigmáticas
Los premios son para los espíritus libres
Y para los amigos del jurado
Chanfle,
No contaban con mi astucia [vaya/ no esperaban esa respuesta. Ambas expresiones populares mexicanas fueron extraídas del
personaje de TV “El chapulín colorado”]
Esta retórica parriana, como dice Carrasco (1990), arraigada en la versión chilena
de la lengua castellana, verdadera “lengua nacional”, es una construcción cultural
tremendamente compleja. Por su parte Rodríguez (1991: 13-14) lo resume así:
La lengua nacional para Parra es un “corredor de voces… una mezcolanza que no
se puede reducir a la mistificación de un solo registro. En este sentido, en el de la
hibridez de la lengua. Parra es nuestro gran poeta nacional, por encima de
Huidobro, que desnacionaliza la lengua y Neruda que, preferencialmente, la usa
en sus registros mayores.
Otra de las características importantes de sus poemas y antipoemas es la
autorreflexividad. Autorretrato y Advertencia al lector son, tal vez, los mejores
ejemplos de este rasgo de la antipoesía. En el primero de ellos, la propia persona del poeta configura una imagen desidealizada y algo brutal de su oficio de profesor. Es evidente que en este poema Parra nos narra una realidad colectiva a partir de su experiencia de vida; y desde su verdad, nos cuenta la realidad de un profesor chileno.
AUTORRETRATO
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante
Soy profesor en un liceo oscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte [sin culpa alguna].
[…]
Soy profesor en un liceo oscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
[…]
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
[…]
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
[…]
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
Aquí estamos frente a una imagen completamente opuesta a la que encontramos en todos los retratos de profesores y en toda la poesía pedagógica que se ha escrito en Chile. Este es el retrato de un profesor hecho por un ojo que está mirando otras cosas, tal como decía Carrasco (1982), que está mirando lo que no se decía, que está mostrando lo que no nos atrevíamos a ver o no nos atrevíamos a decir. Y eso es en gran parte lo que quiere Parra, mostrar a través de su antipoesía el reverso del retrato. Su poesía nace de lo que todos hablan. Poesía de la vida trivial, poesía de lo cotidiano. En ella se emplean “las frases hechas, las muletillas, los tópicos, los convencionalismos del decir. Bordea el arte “pop” de títulos de diarios, de eslóganes repetidos hasta el infinito” (Carrasco 1982). Pero, sobre todo, emplea el lenguaje chileno. Sin embargo, a pesar de lindar a menudo con el mal gusto, “los poemas salen airosos y dejan en el lector la sensación de
peligro superado, que agrada y hace sonreír ligeramente” (Carrasco 1982). A
partir de esta percepción comienza a aflorar la preocupación ecológica del poeta, naciendo Los ecopoemas. En hojas impresas que se difunden en las calles (Hojas de Parra y Ecopoemas), el autor ha ido denunciando los problemas del hombre contemporáneo en relación con el profundo drama de una naturaleza devastada por su inconsciencia. Con ingeniosos juegos de palabras, alusiones irónicas y el habla coloquial de siempre, lenguaje de la tribu, según él dice, golpea y llama a la reflexión.
LOS ECOPOEMAS
No veo para qué tanta alharaca [exageración]
A mí me hace bien el smog.
O, más radical aún:
Ojo, peligro a cero metros.
Buenas Noticias:
la tierra se recupera en un millón
de años
Somos nosotros los que desaparecemos
Los siguientes versos extraídos del himno nacional, son una evidente ironía a la realidad medioambiental actual chilena:
Puro Chile es tu cielo azulado
chiste ecológico
puras brisas te cruzan también
¿vai [vas] a seguir?
El siguiente es un llamado a proteger nuestra fauna en extinción:
ESTIMADOS ALUMNOS
adiós estimados alumnos
y ahora a defender los últimos cisnes de cuello negro
que van quedando en este país
a patadas
.............. a combos [a puñetazos]
.............................. a lo que venga:
la poesía nos dará las gracias
Ellos traen consigo una clara denuncia no sólo a la solemne prosa anterior, sino también al mundo, a sus gobernantes, a su falta de conciencia frente a la
destrucción del planeta. Sus ecopoemas, son el vivo reflejo de esta afirmación, y en ellos hace un llamado de atención desesperado para rescatar y proteger el medio ambiente, el chileno y el del mundo entero. Lo hace de manera irónica, usando el humor popular, pero al estilo culto de Parra. No son frases sueltas, son versos cargados de angustia y desesperación.
Según los grandes estudiosos de la poesía de Parra, podría imaginarse que el autor se pone a la vera del camino o en la esquina más concurrida y escucha a los que pasan: hombres, mujeres y niños. Alude lo característico del decir en su memoria y, con ligeras pinceladas, casi siempre irónicas, lo pone en verso. Así se puede apreciar también en otro de sus antipoemas llamado La venganza del minero. Al leerlo, lo primero que se nos viene a la mente es a Parra allá, en el fondo de las minas, observando a cada uno de los que allí trabajan, memorizando cada detalle de lo que ellos dicen para luego tomar su pluma y ponerle verso. Las expresiones populares que en él abundan son tan auténticas que, sin lugar a dudas, la voz que de él fluye es la de un auténtico minero.
LA VENGANZA DEL MINERO
Bajé de la mina un día
con una güena tucá [mucho dinero]
iba a cumplir mi palabra
de ver a la pior es ná [la novia]
y de casarme con ella
con toa seguridá
la noche estaba más clara
quel agua de la queurá [quebrada]
los grillos hacían cuic
y los guarisapos cuac
Cuando pregunté por ella
me salen con la empaná [novedad]
de que se había metío
con un julano [fulano] de tal
claro que no dije ná
pero juré por mi maire [madre]
seguirles la churretá [pista]
En su libro Obra Gruesa, incluye por primera vez su famoso Manifiesto, que
hasta entonces aún no formaba parte de un libro, sino estaba en la sección de
Otros Poemas (1950-1968).
MANIFIESTO
Señores y señoras
Ésta es nuestra última palabra
Nuestra primera y última palabra
-Los poetas bajaron del Olimpo
Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.
Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días,
no creemos en signos cabalísticos
En estas estrofas hay una conciencia evidente de las diferencias que separan a Parra de “los mayores”, es decir, de la generación de Neruda. Rodríguez (1991) ha manifiestado que esta conciencia se funda en la convicción de que el poeta se ha desprendido de su carácter de ser fantástico o extraño (alquimista dice en el poema), para mostrarse igual a todos, haciendo que su poesía se transforme en una paciente construcción, algo así como el trabajo de un artesano honrado (albañil que construye su muro), cuya inspiración proviene de la tierra, de su tierra, no del cielo. Es evidente que Parra se abstiene del arrullo de la rima neurótica y perfecta, él busca la simplicidad, llegar al lector y estremecerlo, proyectar su propia verdad, para que se reconozca y a su vez reconozca el mundo en que vive. Pero esto lo lleva a cabo de manera irónica, usando el humor popular.
Como él mismo pensara: “yo no permito que nadie me diga que no comprende los antipoemas. Todos deben reír a carcajadas. Para eso me rompo la cabeza, para llegar al alma del lector”.
Esto explica el motivo de que la irrupción del verbo callejero, sin bien ya había
probado suerte en la pluma de otros atrevidos, con Parra encontrara un caudal
inagotable de creatividad. Y repercute de tal manera que su antipoesía pronto
prende camino en Latinoamérica, y hoy en día ya es imposible no conocerla.
Aunque las antiparras oscuras protejan y filtren la subversión lingüística, la obra de Nicanor Parra funda un estilo lírico que, cada vez con más fuerza, hecha raícesen las nuevas letras (cf. Carrasco 1999).
Por último, otro libro, llamado como las anteriores publicaciones sueltas y
volanderas, Hojas de Parra, apareció en 1985, conformado por poemas escritos entre 1969 y la fecha de publicación. Humor, cierta ternura, nostalgia. Poemas increíbles, como Los cuatro sonetos del Apocalipsis; poemas perfectos, como El hombre imaginario. Para los gustos más distintos. Con razón, en una de las composiciones, se advierte: “El poeta nos habla a todos, sin hacer diferencia”.
3. A modo de conclusión
Cada obra de Parra es una sorpresa, un giro inesperado, una perspectiva
distinta y original. Sin embargo, y con modestia, aunque reciba importantes
premios, distinciones y doctorados Honoris causa en diversos países y se
mencione como candidato al Premio Nobel, Parra se limita a decir:
No se espere nada concreto de mí.
Yo no he venido a poner en solfa la Biblia
ni a pintarle bigotes a la Gioconda.
Con hacer explotar una media docena de guatapiques [bolsas de agua que usan los niños para reventar] me conformo.
Parra es el gran revolucionario de la lengua poética de los últimos tiempos.
Recordemos las palabras de Unamuno sobre tal ‘revolución’: Revolucionar la lengua es la más honda revolución que puede hacerse; sin ella, la revolución en las ideas no es más que aparente. No caben, en punto a lenguaje,
vinos nuevos en viejos odres. Lo más importante es que Parra aún no ha guardado silencio, a sus 94 años publica en 2006 el primer tomo de sus obras completas. Allí se puede rastrear la pre-historia del maestro de la antipoesía, un autor irreductible que, más que en los libros, ha encontrado lo poético en las canciones, los telegramas, los chistes y los periódicos, en las cosas simples de la vida. El primer tomo circula por las librerías, y convertido en Chile en un best-seller, ejércitos de adolescentes, y no tanto, gastan sus últimos ahorros: “Hay Parra para rato”.
Referencias biblográficas
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La poesía chilena en los ojos de Nicanor Parra
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